Creo que estoy enamorada de Brasil. Cada vez que pienso en los lugares que conocí de ese país, que no fueron muchos, me agarra una alegría inmensa. Es que todo lo que vi me encantó, todos los lugares me generaron mucha felicidad y un bienestar que no se puede explicar, es mi segundo hogar. La alegría que tienen es contagiosa, y admirable ya que problemas tienen, muchos. Un Argentino que hace unos meses vive en Ilha Grande nos contó que había visto una entrevista de un joven que vivía en una fabela, que no tenía nada, y que la periodista le preguntó por qué sonreía tanto, a lo que el joven le contestó “no tengo tele, mesa, ni cama.. encima quiere que tampoco sonría?”.
Ilha grande es una gran sonrisa. El lugar es hermoso y tiene variedad de playas. Algunas son lagunas, otras playas con olas fuertes y la frutilla del postre es Lopes Mendes. Nosotros nos hospedamos en Abraao, que es donde se encuentran la mayoría de los hospedajes y esta preparado para el turismo. De allí salen barcos, autos y caminatas hacia todas las playas. Como siempre el primer día uno pierde mucho tiempo buscando un lugar donde dormir. Yo esperaba en la calle sobre el mar y Gonza fue a buscar por los alrededores. Al final fui yo quien consiguió hospedaje, allí paradita me ofrecieron una variedad de posadas, hostels y optamos por una posada que parecía atractiva y era barata. Elegimos la mejor.
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